Quiero comenzar refiriéndome al
artículo que me ha animado a escribir esta entrada. Hace unos meses leí en Jot Down Magazine a Gonzálo Vázquez hablando de ‘El telepibón deportivo’ en un buen
ejercicio de periodismo. A raíz de descubrir el término empecé a cotillear por
internet y descubrí que era algo habitual poner en duda la capacidad de las
mujeres para el periodismo deportivo, sobre todo si se trata de mujeres
atractivas. Al contrario que en el artículo que yo había leído, en el resto no
había respeto alguno por las compañeras periodistas y la crítica era fácil y poco
argumentada. Siento que puedo entrar a valorar y opinar sobre éste artículo porque mi nombre aparece citado en él, junto al de otras compañeras.
Vázquez dice que ‘no se trata de desgranar la capacidad
de cada una de las profesionales citadas, que sería como hacerlo con la de sus
homólogos hombres. Como en ellos las hay buenas y malas. Se trata de poner en
la diana el denominador común, especialmente en las meras lectoras del prompter, de su cosmética poderosa, de la
primacía del atractivo radiante, formando todas en conjunto una nueva
generación, un género televisivo paradójicamente no basado en el género como
ingenuamente pudiera parecer. Sino en la salvaje selección de género’. El cambio es el motor del progreso. Parece normal
que si poco a poco la mujer se va incorporando al mercado de trabajo, en esos
ámbitos donde antes casi no había trabajadoras femeninas ahora empiecen a ser
más numerosas. En España lleváis algo de retraso al respecto. En la antigua
URSS o en otros países europeos esta realidad ya viene de lejos y, por tanto, en
pleno siglo XXI no sorprende. Es posible también que determinadas personas se
sientan amenazadas en su puesto de trabajo y piensen que si la tendencia
continúa así, ellos pueden perder parte del pastel en favor de las lectoras del
prompter.
En cuanto a la capacidad de cada
una, yo sí que voy a mojarme. Entre las numerosas periodistas deportivas que
hay hoy en día en el panorama mediático español, las hay que no son periodistas y que no saben de deporte. No nos vamos
a engañar. Los que hemos estado en varias redacciones lo hemos podido
comprobar. Pero son una minoría. Se las ha tratado de meter con calzador y se piensa
equivocadamente que acabarán aprendiendo si se especializan en un solo deporte. Pero en este país también hay directores
de medios deportivos que ni saben gestionar, ni saben de deportes y nadie dice
nada.
Además, ya puestos, ¿por qué no juzgamos también a los hombres? He trabajado en UK, USA, Francia, Lituania,
Rusia y España y durante estos años he visto a muchos periodistas, (hombres)
que no saben de deportes. Como mucho saben de un par de deportes. Muchos de ellos (guapos y feos) se
han dedicado a esta profesión porque son
forofos de un equipo de fútbol y ya está. Los demás deportes, los demás
equipos, les dan igual. Son esos que se saben
de memoria la vida amorosa de Sergio Ramos pero desconocen quienes son
campeones como Ole Einar Bjørndalen, Lindsey Vonn, Evgeny Plushenko,
Jessica Ennis o Shelly-Ann Fraser-Pryce. La mayoría de las chicas que he
conocido en este mundo tienen mucha pasión por lo que hacen. Saben que para
ellas no es un entorno de trabajo fácil, que habrá personajes del otro sexo que
las mirarán con envidia y pondrán en duda su valor porque les gustaría estar en
su sitio y porque no superan ese machismo que les impide valorar con
objetividad el trabajo duro. Los mismos que hablan de la nada en interminables
debates que parecen conversaciones de bar en los que nunca se discute sobre el juego en sí, sino sobre lo que pasa alrededor.
Personalmente, yo tuve muy claro
que quería dedicarme a esto desde muy pequeñita, cuando me pasaba noches
enteras en vela viendo el Open de Australia con mi padre y días pegada a la TV
durante los JJOO de invierno o los mundiales de biatlón. Pero vivía en
Lituania, un país donde no había oportunidades. Siempre quise trabajar
en la única televisión que conocía, y a través de la que veía todos mis
programas favoritos, Eurosport. La
buena noticia: me enteré de que había un Master que daba la posibilidad de
hacer prácticas en esa cadena. La mala: era en la Universidad Europea de Madrid
y valía una fortuna para una chica de de una familia modesta de Vilnius. Como
tenía clara mi meta, dejé mi casa, mi familia y mis amigos y estuve dos años
trabajando en USA y UK, malviviendo para ahorrar el dinero que me permitiese
costearme el Master. Una vez admitida, no podía permitirme bajar los brazos.
Tenía que ser una de las mejores de mi promoción para asegurarme las prácticas
y el contrato en las oficinas centrales de París. No fue fácil. Una vez allí,
sin dinero otra vez, tuve que esperar a que se solucionasen los problemas con
mis papeles, que con la administración Sarkozy se estaban complicando, y
aguantar otros 4 meses en una habitación, sin apenas dinero para comer, esperando
para poder empezar a trabajar.
En mis cuatro años en París
(hasta que tomé la decisión de mudarme a España para vivir con mi marido y
formar una familia) nunca trabajé
delante de las cámaras, salvo las contadas ocasiones en las que hacía pie
de pista en la EuroCup. Pero al mudarme
a España alguien creyó que podría dar muy bien en cámara, a pesar de que aún no
dominaba el castellano. Eso no importaba. Era rubia y exótica. ¿Qué más da que
ni siquiera habla bien el castellano? En unas semanas lo hablará perfectamente.
Esta gente del este tiene mucha facilidad para aprender español.
Cuando empecé a trabajar aquí
estaba segura de mí misma y de mis conocimientos sobre el deporte. Pero pronto
empezaron las dudas. Todo lo que yo había hecho no me servía para nada. ‘Karina,
aquí el deporte es 50 % Madrid, 40 % Barça y algo de Gasol, Alonso y Nadal. Es
lo que hay’. Tenía que ponerme al día en la actualidad: las botas nuevas de
CR7, las declaraciones de Cruyff sobre Cataluña, las novias de los jugadores...
y yo sin dominar el castellano.
No nos dejemos llevar por clichés y estereotipos fáciles. Hay mujeres guapas
que saben mucho de deporte y que lo cuentan mejor que nadie, ¡incluso algunas
rubias! Igual que hay lituanas que no son especialistas en baloncesto por el mero hecho
de haber nacido allí. Igual que no todos los periodistas españoles son grandes
especialistas en toros.
Mucho ánimo a todas las chicas que se quieren dedicar a esto de corazón.
Don't stop believin'!
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